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Luis Vicente León: El que no se reúne con adversarios es un imbécil mental

León dice que le preocupan más los "malos" del chavismo que los de la oposición
Héctor Bujanda.- Luis Vicente León, en realidad, ya no se sabe exactamente lo que es. ¿Encuestólogo? ¿Lobbysta? ¿Asesor? ¿Operador político? ¿Líder de opinión? ¿Ensayista? ¿Comediante? ¿Potencial ministro de Finanzas? Cada quien que agarre la mejor parte. Él parece divertirse ocupando cada espacio en el que se mueve con una acerada elocuencia que magnetiza, a pesar de su menuda humanidad y de ese poder de Peter Pan que le sirve para sobrevolar entre dogmas y prejuicios.
Un deseo, el de ocupar espacios, que no está vinculado exclusivamente con una feria de vanidades. Algo de ese hombre franco y sencillo, capaz de recibirte en su apartamento de piso de granito, ventanales altos y rodeado de jardines, oculta en alguna parte de su apariencia esa áspera piel de cocodrilo que ha tenido que cultivar para no sucumbir a los ataques y las invectivas propias de un país agotado en las bajas pasiones de la polarización.
Convencido de las virtudes del diálogo y de las soluciones racionales; promotor del debate, la discusión y la polémica, Luis Vicente León está demostrando con hechos y palabras que no puede ser pecado, mucho menos en Semana Santa, reunirse y negociar, en el sentido más noble del término, con propios y adversarios, sobre todo si eso ayuda al país a salir del profundo agujero negro en el que se encuentra.


Frente a la polarización hay más irreverentes
–¿Cuál es la función de Luis Vicente León?
–Creo que la propia circunstancia de la polarización formó en mí algo distinto. Yo no pretendía de ninguna manera formar parte de la política, no tengo interés, ni busco un cargo de elección popular. Yo tengo un interés muy concreto: el análisis del entorno, fundamentalmente de las condiciones que el sector privado necesita para provocar un desarrollo empresarial. No importa el modelo que se tenga, puesto que el sector privado industrial, la generación de valor, la inversión, son indispensables para rescatar el equilibrio y la riqueza de una nación.
Así que esto no es un debate entre izquierda y derecha, o entre socialismo y capitalismo, es entre racionalidad o irracionalidad, bien sea dentro de la izquierda o dentro de la derecha. Ahí está el debate real. Digamos que esa es mi búsqueda. Pero cuando tú vas diciendo y haciendo cosas en esa dirección, en un país completamente polarizado, actúas poniéndote permanentemente del otro lado, casi como un abogado del diablo, sobre todo cuando oyes una cosa que te parece completamente absurda. Y hay cosas completamente absurdas en la oposición y también en el gobierno.
–Luis Vicente León se emancipó de los números, como Oscar Schemel, y ha ganado voz propia. ¿Es un síntoma del estancamiento del debate político, encuestadores que se vuelven, de pronto, reyes de la opinión?
–Es un proceso de evolución personal. Yo sigo apasionado por los números y trato de darle sentido al análisis racional. En la medida que haces eso en un país completamente polarizado, te terminan atacando de los dos lados. Si eres contrario al modelo intervencionista del presidente Chávez, eso soy yo, pero salgo a decir que, de acuerdo a los datos que manejo, Chávez ganará cómodo tal elección, de alguna manera eso termina chocando con la gente que sostiene que ganaba por trampa, por fraude.
Chávez podía utilizar el poder, abusar de los medios, incluso presionar a actores y chantajear. Todos esos elementos existían, de acuerdo, pero también existía un Chávez popular, un Chávez que lograba conexión. Si decías eso, la oposición no sólo te atacaba, sino que sentía que eras un traidor terrible, peor que un chavista. El chavista por lo menos era chavista, pero sin ser tú chavista, estás diciendo que Chávez va a ganar. Como si el termómetro dijera que tienes fiebre, sencillamente porque el termómetro te odia. Tienes fiebre y ya.
Mi trabajo consiste en eso. ¿Qué ocurre? Cuando Chávez caía y perdía, por ejemplo, como en la reforma de la Constitución, él te atacaba y decía que eras un imperialista. Al final es exactamente lo mismo que ocurre con el otro bando. Aunque yo debo confesar que en determinado momento la oposición, que en su mayoría está compuesta por amigos y clientes, me trató peor.
Diría, sin embargo, que hay una evolución no sólo mía, también hay una evolución de las personas del entorno.
–Ah, ¿pertenece al bando de los optimistas?
–Quizá es anecdótico decirlo, pero yo percibo en mi ambiente, en todo el país, en los diferentes niveles, muchas más personas que buscan racionalidad en el análisis. Quizá eso es lo que me estimula, no sólo dar el dato de cuánto bajó la popularidad de un presidente, cuál es el índice de escasez, o cuánto el de la inflación, que también lo entrego. Hay otros elementos que expresar. He descubierto una cosa que pensaba perdida, la forma irreverente de ver la vida. El sentimiento retador. Siento que ese es un sentimiento compartido, muy importante en la sociedad, que numéricamente es mayoría. Esos extremistas radicales, opositores o chavistas, que hablan, que van a la televisión, que forman a la opinión pública, resulta que no representan, todos juntos, a la mayoría.
Esa es mi ruta de crecimiento, así que no me importa si eso es ser de izquierda o de derecha, chavista o de oposición. Da igual, lo bueno no es bueno porque es mío y lo malo no es malo porque es del otro. Hay una necesidad en Venezuela de colocar sobre la mesa comentarios, opiniones y posiciones sobre lo bueno y lo malo, independientemente de dónde vengan.
–¿Esa necesidad se produjo con la muerte de Chávez, cuando se acabó el cemento que amalgamaba a ambos bandos?
–Hoy hay más gente que escucha a un locutor de radio opositor a ultranza, o un chavista a ultranza, y se pregunta: ¿de qué está hablando? ¡Qué bárbaro es! ¡Qué pena ajena! Claro que da pena escuchar que la inflación es culpa de la guerra económica, del imperio y de los marcianos. Tanto como da pena ajena cuando alguien dice que están secuestrando niños porque detrás de eso hay una maquinaria chavista que nos quiere aterrorizar y nos va a quitar la patria potestad de nuestros hijos, como en Cuba.
Hoy hay mucha más gente que piensa así y eso no es sólo después de la muerte de Chávez. Lo ato al tiempo en el poder: estamos hablando de 17 o 18 años de chavismo.
Obviamente, la sociedad va mutando, va creyendo menos cosas y es más difícil de convencer. Y no es que la gente sea muy sofisticada, no quiero que se entienda este comentario como clasista, racista o sexista. Esto es sólo un hecho: 60% de la población no tiene la educación suficiente para desarrollar el pensamiento abstracto. Puedes tener pensamiento abstracto sin educarte, pero la probabilidad de que eso ocurra, lógicamente, es menor. Con pensamiento abstracto puedes entender las relaciones entre las variables, entre la causa y el efecto, entender una consecuencia en función de lo que estás haciendo y entender que esas consecuencias son responsabilidad de algo o de alguien. Esos elementos requieren información académica, información educativa, y el 60% de la población no la tiene. Por lo tanto, la capacidad de pensamiento abstracto de esa población es muy bajo, por eso es más susceptible a ser manipulada por los discursos populistas y xenofóbicos.
–¿Y por el discurso del miedo?
–Sí, la bóveda del miedo, como lo planteaba Giovanni Sartori. Una sociedad sin capacidad para el pensamiento abstracto es mucho más débil. Pero cuando han pasado tantos años, vas aprendiendo no por educación formal, sino por experiencia. La sociedad, en 18 años, a lo mejor en 15, a lo mejor en 10, no tengo dónde poner el punto de corte, en algún momento de esa curva de tiempo la gente se fue dando cuenta de cosas. Entonces hay que crear nuevas ofertas y aunque esas nuevas ofertas sean populistas, igual tienen que parecer distintas para que me puedas engañar otra vez. Lo que está claro es que no te van a volver a engañar con la misma cosa. Necesitan otros disfraces y todos sabemos que los disfraces se agotan. Eso hace más complicadas las tareas, de un lado y del otro.
Venezuela no es una película de vaqueros, donde todos los indios son malos y todos los vaqueros son buenos. Nosotros tenemos malos, pero bien repartiditos. Hay buenos y malos en todos lados.
Lo que sí es verdad es que en un lado pueden estar dominando los malos en un momento dado. Y segundo, no es justo comparar la influencia que tienen los malos cuando son gobierno, que los malos cuando son oposición. Los malos en el gobierno tienen mucho más impacto sobre mi vida de lo que pueden tenerlo los de la oposición. A mí, por supuesto, me preocupan más los malos del gobierno que los malos de la oposición.


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Estrategia electoral: economía vs antiimperialismo 
–Venezuela debuta en la era post-Chávez con un empate casi técnico, en abril de 2013. ¿Cuál fue el mensaje que mandó la población en esa elección?
–Te voy a decir algo que no suelo decir en presentaciones públicas. Creo que sobreestimamos la sofisticación de los resultados electorales: “El país ha dado un mensaje”. Datanálisis está cumpliendo 30 años y mi experiencia como encuestador me indica que hay un montón de componentes que explican un resultado electoral y quizá el más pequeñito es el mensaje que la gente quiere dar.
Lo que pasó en abril de 2013, básicamente, fue la pérdida de 20 puntos en la candidatura de Maduro desde el momento en que arranca la campaña. Lo que pasó ahí es que Maduro fue un pésimo candidato. No tenía la capacidad de comunicación, el carisma de un candidato como Chávez, como Carlos Andrés o Betancourt. No son empáticos, carismáticos, porque Capriles tampoco lo es.
Como no era Chávez, ni Carlos Andrés, ni Betancourt, Maduro pierde parte del endoso que Chávez le había dado. Y eso le hace perder potencia. ¿Ese es un mensaje de que el país estaba repartido en dos mitades? Vete a unos mesecitos después, vete a diciembre, y los chavistas ganan con 11 puntos de ventaja. Entonces ya no son 50 y 50. Si miras las encuestas hoy, ves al chavismo duro con menos de 30%. ¿Son la mitad del país? Las fuerzas políticas son lo que se construye de ellas en momentos determinados, en términos de empatía con la población. Eso es válido tanto para el chavismo como para la oposición. Son las emociones que logres despertar, son los sueños que metes en la mente de la población con respecto a su futuro, son los mensajes que logran enamorar y erizar a las masas.
–Falta de liderazgo, de carisma y emocionalidad. En ese contexto, ¿las sanciones de Estados Unidos reactivan al chavismo? ¿Cuál es el peso de lo simbólico?
–Todo evento importante tiene impacto en la política. La pregunta es cuánto. El tema político es muy sensible, sobre todo en medio de una crisis relevante como la que tenemos hoy, que es una crisis económica de grandes dimensiones, de la que sólo hemos visto la maqueta, no lo peor, y es cuestión de tiempo para que la veamos agravarse, sin ninguna duda. Lo que hasta ahora hemos visto es la crisis que, en mi opinión, responde al modelo de intervencionismo, y lo que vendrá ahora es el impacto de la caída de los precios del petróleo.
No hay que ser demasiado perspicaz para saber lo que va a ocurrir. Se va a poner más complicada la situación, va a ser cada día más difícil entregar las divisas a los sectores productivos, el Estado va a importar menos para paliar la escasez, los precios se van a enloquecer y serán mayores. Rudiger Dornbusch decía que nosotros los economistas nos podemos equivocar en muchas cosas, pero hay dos en la que nunca nos equivocamos: los controles de precios generan más inflación y los controles de cambio más corrupción. Y como sabes que eso es lo que viene, la situación económica, lógicamente, va a empeorar.
Una situación económica tan grave produce un impacto negativo en la popularidad de Maduro. ¿Qué ha hecho el Presidente frente a eso? O resuelve el problema económico para reencontrarse con sus conectores, o desvía el debate del plano económico a otro plano que le convenga más. La opción racional, la que el país decente requiere, es que enfrente la crisis económica y la resuelva. Pero hay una paradoja, resolver la crisis pasa por someterse a un período severo de ajustes. Como yo soy un experto en acné juvenil, estoy perfectamente consciente de que para poder curarme de ese mal hay que tomar un medicamento llamado Roacutan, y que si te lo tomas, los primeros tres meses te pones peor. Resulta que tienes que pasar tomando la pastilla más de tres meses, ponerte peor de lo que estabas, como un monstruo, para resolver el problema del acné.
–¿Maduro tiene capital político para aguantar esos meses?
–Esa es la pregunta clave y me da la impresión de que el Presidente como que siente que no, y por eso ha evadido la adopción de medidas económicas que son, en principio, costosas. Por eso busca la segunda opción, donde él pueda mover el debate, donde él tenga mayor margen de maniobra. ¿Qué margen de maniobra puede tener en el ámbito económico, si tiene la tasa de inflación más alta del mundo, si tiene problemas graves de abastecimiento, si la gente tiene que hacer horas de cola para comprar y la nueva actividad económica que existe es el bachaqueo? ¿Qué va a decir? ¿Que hay una guerra económica?
Te voy a decir claramente cuál es el final de esa historia: la mayoría, 68% de la población, no se lo cree, 10% no sabe o no contesta y sólo el 10% cree en la guerra económica. Y esos, que son su mercado objetivo, al final de esta historia van a seguir creyendo que estamos en una guerra económica, pero que Maduro no la está ganando, más bien está recibiendo una paliza, y por tanto hay que buscarse a un general distinto que atienda esa guerra.
–¿Ahí es donde ayuda Obama?
–Claro. Obama es un maná que le cayó del cielo a Maduro en un momento que lo necesitaba. Pero en realidad, Maduro lo construyó, él no se quedó esperando a que Obama le mandara el regalo con lacito y todo. El trató de construir un debate político y se radicalizó. Mete preso, nada más y nada menos, que al segundo funcionario del país por elección popular, el alcalde metropolitano Antonio Ledezma.
Puedes estar, o no, de acuerdo con la propuesta del alcalde Ledezma, puedes estar de acuerdo, o no, con el tono de su discurso. Lo que no puedes es meterlo preso aduciendo en cadena nacional que lo hiciste porque suscribió el Acuerdo de la Transición. Entonces, ¿de qué se trata? Lo estás metiendo preso porque te da la gana, igual que metiste preso a los dueños de Farmahorro, de quienes dijiste que estaban fomentando colas. ¿Por qué no está preso el gerente de Mercal, de Pdval, de Bicentenario?, porque allí las colas son horribles.
Metiste preso a Ledezma para que sucediera lo que sucedió: que se levantara todo el país y los radicales saltaran a decir que para qué seguir en elecciones, si esto es una dictadura. Maduro creó, entonces, un debate no en el plano económico, donde no tiene nada que ganar. Lo hace en el ámbito político, donde a lo mejor no es mayoría, pero hay debate, hay margen de maniobra para el chavismo, que puede colocar de nuevo sus símbolos. Luego llegan las sanciones de Obama.
–Cuesta pensar que la Casa Blanca no entendiera que las sanciones perjudican a corto plazo a la oposición.
–Las sanciones ponen a la oposición en aprietos. El resultado de cualquier medida unilateral sobre un país, así sea a unas personas, despierta animadversión en el país sancionado. Dentro de tu casa puedes decir que tu mamá, tu hijo o tu esposa son insoportables, que estás harto de ellos. Pero si el vecino ataca a tu hijo, inmediatamente te armas para su defensa. Eso es natural, es un instinto. El problema con mi hijo, es únicamente mi problema. Eso es muy difícil comprenderlo desde las coordenadas del pensamiento lineal típico de las masas. La mayoría, de nuevo, no tiene la capacidad del pensamiento abstracto como para entender que una persona puede estar en contra de lo que ocurrió en Venezuela, porque se violaron derechos humanos y hay actores que deben ser castigados por eso, pero también se pregunta con respecto a Estados Unidos quién le dio vela en este entierro.
Cuando el presidente Obama actúa, sabe que va a producir un impacto político inmediato. Y adverso, distinto al que uno hubiera querido que ocurriera al tomar esa decisión. Ahora la pregunta es: ¿Obama se equivocó? O, desde la teoría de la conspiración, ¿será que Obama está ayudando a Maduro? Obama es el presidente de Estados Unidos de América. No toma una decisión para sancionar a funcionarios venezolanos con el fin de que la oposición gane una elección. Obama no toma una sanción contra funcionarios para que Maduro se caiga. Obama no toma una decisión para que los venezolanos se sientan bien o mal. Obama, por encima de cualquier efecto secundario, toma una decisión de acuerdo a los intereses y a los procesos éticos de la nación a la que él representa. Lo que pase en Venezuela, es un daño colateral o un beneficio colateral, pero no es el objetivo central de la decisión.
Estados Unidos tiene una predisposición general hacia lo que considera son elementos absolutamente imperdonables en el mundo, como el narcotráfico, el terrorismo, la violación de los derechos humanos.
–¿Firmaría por la derogación de las sanciones?
–No, no, para nada. El decreto de Obama es del presidente de los Estados Unidos y así como yo estoy completamente en desacuerdo o en contra de que Estados Unidos se meta en los asuntos de Venezuela, también estoy totalmente en contra de que Venezuela se meta en asuntos de Estados Unidos. Eso es un decreto de ellos, un rollo de ellos. La nota antiimperalista manipuladora no va conmigo, yo tengo mis criterios muy claros con respecto al error de esas sanciones.
–¿Cuál es el final de la historia en el desplazamiento de la batalla económica hacia el terreno antiimperialista?
–Es difícil proyectar; los procesos electorales primero tienen que tener fecha. Ni siquiera sabemos cuándo van a ser las elecciones. Yo soy un poco alérgico a dar proyecciones. ¿Cuál es la percepción de las sanciones de Obama? Estados Unidos le está diciendo a Venezuela que es un peligro para la seguridad nacional. La gente siente que es una sanción general que unifica, porque se considera que puede afectar mi vida, mi país. Eso va a generar articulaciones en el chavismo, le permite a Maduro anclar discursos políticos y sociales diferentes, le da ancla real al enemigo. ¿Pero eso cambia el escenario electoral? Desde luego que lo cambia, pero no lo revierte.
Yo no sé si la oposición va a ganar las elecciones, pero es un favorito de oro. Las encuestas indican, si preguntas por quién votaría en las próximas elecciones, por candidato chavista o por candidato opositor, que la oposición está 33% por encima del chavismo. Es la brecha más grande que ha habido en ningún evento electoral de los últimos veinte años. Al final no va a ser así. Mi olfato me dice que esa brecha se va a reducir en medio de una campaña dura, que va a depender mucho de los candidatos que se elijan. La oposición, igualmente, corre riesgos, si no se unifica, si se divide en las zonas críticas, porque aumenta la abstención por la desmotivación. No es suficiente la data que tenemos hoy para proyectar resultados, porque hay eventos que aún pueden cambiar esa distancia de partida que existe.
Maduro tiene una pérdida importante de popularidad y mantiene un margen de apoyo que no retrocede. Está estable en las últimas tres mediciones, pero no hemos evaluado el impacto de las sanciones. Creo que va a subir. Mi experiencia me indica que puede mejorar, pero necesita muchas más cosas que las sanciones para ganar las parlamentarias.
–¿Qué necesita?
–Uy, necesita que la gente sienta que hay una mejora potencial en medio de la crisis económica. Necesita que los candidatos que el chavismo presente sean atractivos.
–¿Y está en capacidad de resolver eso en cinco o seis meses?
–Por eso digo que la oposición es un favorito de oro. Creo que los retos de Maduro son muy elevados y la capacidad que tiene para resolverlos no es muy buena.


Falta de diálogo por exceso de reconocimiento
–La oposición dirá que a las puertas de una campaña donde se es favorito, ¿para qué dialogar?
–El diálogo no está de moda en ningún lado, ni en la oposición ni en el gobierno. Lamentable, porque al final no importa lo que pase, cuánto nos desgastemos, no importa cuánto perdamos, y vamos a perder mucho, al final de toda esta historia estará el diálogo. Si lo ves desde la perspectiva del gobierno, no existe posibilidad de mantener la revolución a largo plazo si se plantea un fuerte conflicto social con la mitad o más de los venezolanos. Habrá que dialogar o salir del juego entonces. Desde el punto de vista de la oposición, parecen olvidar que nunca se ha salido de una revolución por la fuerza. Puede haber protestas, participación activa, acciones de calle, articulaciones en defensa de los derechos, pero al final siempre habrá una negociación. Algunas negociaciones tempranas han evitado los conflictos, las muertes, y hay negociaciones tardías que se hacen después de la guerra civil. Ojalá negociemos antes de perderlo todo.
–¿Sigue existiendo un déficit de reconocimiento para encarar el diálogo?
–El problema del diálogo no es que no se reconocen. Es al revés. No se permiten el diálogo porque hay un exceso de reconocimiento. El gobierno no dialoga porque reconoce que la oposición es una fuerza tan grande que no le quedaría otra alternativa que ceder, mediante el diálogo, una cantidad de cosas que no quiere ceder. Al revés, igual.
La oposición no termina dialogando no porque no reconozca al gobierno, sino porque sabe que es tan grande también su parte, al menos la mitad del país, que no existe ninguna posibilidad de cambiar la revolución sin reconocerla, sin mantener un montón de cosas que pasan, un montón de gente que está ahí, porque de otro modo sería inviable el futuro. ¿Cuál es mi interés? Yo sí tengo un interés absolutamente claro de provocar cuanto antes ese diálogo.
–¿Eso pasa por relacionarse en diferentes espacios políticos?
–En todos.
–Hay gente que dice que se reúne con el presidente Maduro.
–Hay gente que dice lo correcto. Yo no entiendo la tesis de una democracia en la que no negocias, no dialogas, no te reúnes, no intercambias y tratas de entender la posición del adversario. Una persona que dice que no se reúne con adversarios es un imbécil mental. Cómo no dialogar, si para resolver la crisis económica es necesario incorporar a todos los factores.
Nosotros estamos en una crisis de gran magnitud; incluso haciendo lo correcto, es "pelúo" salir de la crisis. Si yo tengo que reunirme con el diablo para lograr que se dé este proceso, lo hago. Alguno dirá: “Pero te vas a reunir con un asesino", o "te vas reunir con un dictador”. ¿Qué hubiera pasado si Mandela no se reúne con la gente del apartheid? ¿O qué hubiera pasado con la oposición chilena si no se hubiera reunido con Pinochet? ¿O es que tú vas a comparar a Maduro con Pinochet? Yo no estoy diciendo que Venezuela tiene una democracia integral y abierta, porque no es verdad. Pero si me vas a comparar a Maduro con Pinochet, es que no tienes la más remota idea de lo que es una dictadura de verdad y de los derechos que se cercenan en ella.
¿Cuál es mi angustia o, mejor dicho, mi deseo? Convencer a los dos lados de que tienen que reunirse con los otros, a pesar de que sientan que el adversario es un desgraciado. El diálogo no es con panitas. El diálogo es con los que no son mis amigos, que son distintos a mí, que son gente, para mí, que hace cosas malas. Y la única manera de ser exitoso es que esté dispuesto a ceder.
–¿Cuánta ventaja tendría la oposición si no se hubiera embarcado en tres meses de guarimba el año pasado?
–El 70% de la población reconoce que no está dispuesta a protestar, ni pacífica ni radicalmente. Y eso es consecuencia de la guarimba. Una lástima. En cualquier país que se considere democrático, empezando por Francia, la democracia se mide por la disposición de la gente a defender sus derechos. Tú deprimiste a la población al tomar una vía absolutamente radical, absurda y negativa. Le diste una connotación a la protesta que no tenía que tener.
–¿Las parlamentarias son el final de una historia?
–Todas las elecciones son claves. Todas son importantes para darle balance al poder. Tú puedes ganar las elecciones, en el caso de la oposición, y eso no quiere decir que vayas a llegar al revocatorio. Es importante, le puede dar confianza a la oposición, pero en ningún caso es el final de la historia del chavismo.
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