Las colas en Venezuela han reducido los beneficios de la reducción de la jornada laboral en la Ley Orgánica del Trabajo, Trabajadores y Trabajadoras (Lottt), de 44 horas a 40 horas semanales.
El espíritu de la legislación, cuya motivación principal no es otra que la de proporcionar un mayor esparcimiento del trabajador con su familia y educación, es truncado por la extensa e intensa búsqueda de alimentos de primera necesidad.
La escasez no sólo ha restado tiempo al esparcimiento. Juega en contra de la productividad y obliga a trabajadores independientes a destinar menos horas al trabajo, no para el descanso, sino para salir en busca de alimentos.
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La mayoría trata de evitar las colas, pero las situaciones familiares, como las de Tony Belandia, quien el pasado viernes esperaba en las puertas del Santo Tomé por la venta de detergente en polvo, no dejan otra opción. “Tengo tres niños, ¿cómo hago? Entonces tengo que salir por los pañales, la leche, lo que se encuentre”.
A Belandia no le queda más remedio que cerrar su taller de latonería y pintura en el centro de Puerto Ordaz. A las 11:00 de la mañana ya tenía casi dos horas en la fila para la venta de dos bolsas de detergente por persona.
Los trabajadores informales, un 40% de la población ocupada sin estabilidad laboral y fuera de la legislación de acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), conforman uno de los sectores más afectados por la escasez.
Lucas Tovar, dedicado a la venta de queso, por ejemplo, ha tenido que reducir su jornada de trabajo para poder adquirir los productos básicos. “Uno llega a las 8:00 de la mañana, pero no sabe cuándo se va”.
Los testimonios forman parte de la retahíla de historias que se esconden detrás de las largas filas para adquirir alimentos, y del camino regresivo para lograr la dignificación laboral.
Menos decente
Empero, las vicisitudes de la escasez en Venezuela es sólo un elemento más que se suma a los factores que obstaculizan lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha llamado Trabajo Decente, es decir, un empleo digno, productivo, con extensión de la protección social para el disfrute en familia y participación en el diálogo social.
Ya en ese sentido, Venezuela estaba rezagada pese a que forma parte del 9 por ciento de países que en América Latina han avanzado una reducción de la jornada laboral.
La improvisación de la discusión, y la falta de consenso, sumado a “la declinante capacidad productiva, con la dependencia creciente de importaciones, con las dificultades para obtener bienes esenciales para el consumo, con las limitadas opciones para el desarrollo físico, espiritual y cultural de los trabajadores” ya dibujaban un escenario difícil en 2013, cuando el coordinador de postgrado en Ciencias Sociales de la Universidad de Carabobo, Héctor Lucena, planteaba “¿Qué nos trae la reducción de la jornada laboral?” como una interrogante abierta.
El profesor de Derecho Laboral de la Universidad Central de Venezuela, Froilán Barrios, ha respondido parte de esa inquietud al señalar que, casi tres años después de la reforma laboral, “el Gobierno ha matado el trabajo digno, lo ha sustituido por el trabajo precario, irregular, de bajos salarios, inestable, y eso es lo que estamos viviendo en Venezuela”.
Algunos indicadores, como la caída por tres trimestres consecutivos del Producto Interno Bruto en 2014, podrían estar vinculados a las consecuencias de la reducción de la jornada.
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El economista y exministro de Empresas Básicas y Minería, Víctor Álvarez, en su análisis La Economía venezolana: Balance 2014-Perspectivas 2015, señala que “la caída del PIB no puede ser atribuida única y exclusivamente al descalabro de los precios del petróleo, toda vez que en el primer semestre los precios del crudo se mantuvieron cerca de $ 100 por barril. En todo caso, la caída de los ingresos petroleros del segundo semestre vendría a ser un catalizador de la contracción económica que ya venía desde comienzos de 2014”.
Menos tiempo al pensamiento
Mientras que en el resto del mundo la discusión apunta hacia el disfrute del tiempo libre y las consecuencias que imponen las tecnologías de la información sobre el mundo laboral, en Venezuela la discusión se reduce a cómo superar la precariedad del empleo.
La consecuencia inmediata, sostiene el profesor de antropología de la Universidad Católica Andrés Bello, extensión Guayana, Ynanias Toledo, es un descenso de las aspiraciones del colectivo, “el país pierde mucho, se nos está yendo la vida en comprar lo básico y celebrar que lo conseguiste”.
De allí expone que la utilización del tiempo para ser productivos está creando nuevas realidades, y nuevos oficios, como, por ejemplo, la señora que alquila banquitos en las colas. “Pasamos de ser una economía de productos, a una economía de servicios”.