El Tocuyo: crimen y castigo 3


De los siete templos se reconstruyó el de La Concepción. Donde estaba el de San Francisco el tractor no dejó ni un ladrillo y la gente ya va olvidando donde estaban el de Santa Ana o el de San Juan. El de Santo Domingo quedó sin las paredes laterales, y sus columnas con llamativos y originales capiteles siguen sosteniendo una porción de techo. La iglesia de La Concepción fue reconstruida totalmente: Primero tomando las medidas de la agrietada, luego fue tumbada y entones se reconstruyó más o menos igual.
El interior de La concepción está decorado por unos de esos sacerdotes que aman poner tubos fluorescentes, colocados verticalmente sobre las columnas cilíndricas que separan las tres naves. La capilla del crucero, del lado de la Epístola, parece un muestrario de santos de yeso de ningún valor artístico. Esa yesería figurativa está en todas partes, invadiendo altares y retablos. La única talla de valor, magnifica obra del siglo XVII y la solo que aparezca publicada en la “Historia del arte hispanoamericano” de Angulo Iñiguez, está por el contrario, tapada por un cortinaje azul que intenta decorar el altar mayor. El día que se instituye en Venezuela una comisión de artes religioso que ponga freno a las veleidades cursilonas de muchos sacerdotes, ese será un día de gloria.
Otra barbaridad se cometió con las ruinas del templo de Santo Domingo. Después que el nuevo plan regulador de “calles anchas y espaciosas” le quitó la fachada, se permitió recientemente que en el sitio que una vez fue presbiterio se construyera un botiquín. En lugar de crear un espacio alrededor de las arcadas que milagrosamente quedaron en pie, se ahogaron dichas valiosas ruinas, entre construcciones de carácter comercial y vulgaridad estética. Sería interesante saber quien o quienes comerciaron con esos terrenos.
Otras ruinas llenas de historia son las del templo y hospital de Belén, fundado en 1625. Ruinas que pronto desaparecerán por encontrarse en completo abandono, habitadas por perros y cochinos. La ciudad de El Tocuyo ofrece hoy un aspecto de constante periferia y provisionalidad: no existe un centro. Todo es absurdo y fuera de escala. Desde las calles proyectadas para los carros y no para los hombres hasta el absurdo retiro de seis metros que crea una zona de tierra entre las aceras y las construcciones. No existe una escala humana. pedrorodriguezrojas@gmail.com
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