A golpes y tiros matan a agricultor en Quíbor

El muchacho quedó tendido de medio lado y sólo tenía puesto un bóxer negro
Se escucharon unos pasos y luego un golpe a la puerta. “¡Mátalo, mátalo!”, fueron las palabras que irrumpieron el silencio en la medianoche. Dos plomazos y un estremecedor grito puso en suspenso a la familia de Rubén. Cuando ellos pudieron salir de sus cuartos, vieron al muchacho muerto en la puerta de la casa.

Rubén Darío Márquez (27) era agricultor en el caserío Chaimare abajo de Quíbor, municipio Jiménez. Sus homicidas entraron a la casa, lo sacaron de su cuarto y lo asesinaron de dos disparos, uno en el pecho y otro en el cuello.

El muchacho quedó tendido de medio lado. Solo tenía puesto un bóxer negro. La sangre quedó derramada en el piso de cemento pulido de la casa de bahareque.

Rubén pasó todo el domingo en su casa ayudando a su papá, José, en las labores del hogar. Ambos vivían juntos, mientras que la mamá, Teodora, reside a dos cuadras.

Rubén, que era agricultor, se acostó a las 8:00 de la noche del domingo, pues ayer en la mañana le tocaba levantarse temprano para ir hasta Carora a buscar a su hijo de 2 años, pero a medianoche lo atacaron.

A las 12:30 de la madrugada dos tipos entraron a su casa, lo buscaron directamente en su cuarto y dándole golpes, lo sacaron de la cama. Arrastrándolo y golpeándolo lo llevaron hasta la sala para luego sacarlo de la casa. “¡Mátalo!”, le decía uno de los matones a otro mientras seguía la golpiza. Cuando lo sacaron de la casa, lo empujaron para que cayera al piso y allí le dispararon dos veces. Rubén pegó un grito y segundos después se escuchó un carro que picó caucho y se fue del sitio.

El sobrino de 15 años de Rubén y el padre, ya despiertos por el alboroto, se levantaron de sus camas y vieron cómo el agricultor sangraba y moría. Como pudieron trataron de despertar a unos vecinos para que llamaran a la Policía en busca de auxilio, pero fue inútil.

José y Teodora declaran que el muchacho era trabajador, dedicado, hacendoso y muy responsable. Era el séptimo de ocho hijos y uno de los más consentidos de su mamá. “Él siempre me contaba todo lo que hacía y lo que no. Yo no sabía que tenía problemas, por eso no puedo negar nada”, dice Teodora.

Rubén tenía planes de quedarse con su hijo toda la semana. Según su mamá, la víctima quería llevar al chamito a Barquisimeto para montarlo en el carrusel. Detalló que el asesinado era un padre responsable.

Rubén estaba de novio con una muchacha llamada Cristina, quien tiene 7 meses de embarazada y vive en Quíbor.
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