Desde las 6 y 30 de la mañana, hombres, niños y mujeres, cubriendo sus rostros con pañuelos o viejas camisetas para no ser identificados, se juntan para hurgar en el vertedero de El Tocuyo.
Le sacan provecho a todos los desperdicios, desde el cartón hasta el plástico. La ganancia semanal está entre 2 y 5 mil bolívares. La venta del producto recolectado se hace al final de la tarde de cada viernes.
Armados de un garfio, revuelven la basura, abordan el camión cargado de mugre y, con asombrosa destreza, seleccionan los materiales de su preferencia. Son ocho horas de trabajo intenso que les dan ganancias suficientes para mantener a la familia.
Jorman Díaz tiene 31 años de edad, pero lleva en el vertedero 18 años. “Venía aquí con mi padre cuando era un botadero de basura a cielo abierto y la pudrición era peor, pero aquí conseguíamos objetos valiosos que después vendíamos”.
Recolectan cartón, papel de archivo, bronce, aluminio, cobre, plástico, hierro, vidrio, chatarras y ropa. Pauside Antonio, con 14 años en el vertedero, luce manos cicatrizadas, con uñas carcomidas y talones de los pies agrietados. Su piel tostada por el sol y arrugada por los años pide un descanso, pero el desempleo en El Tocuyo va en ascenso. Ya no quedan empresas dónde trabajar y la única puerta de ocupación es el vertedero.
Allí hay espacio para todos y nuevos recolectores. La cooperativa Otilio Díaz reúne a unos 22 gancheros. Aunque los ingresos son individuales, la organización les permite protección entre sí. Unas 50 personas hacen vida en el basurero morandino, donde también se deposita la basura del municipio Jiménez. Al entrar, se les lee la cartilla: “Aquí no hay cabida para malandros. Ladrones y traicioneros no se aceptan”.
Un ganchero con suerte es aquel que en la descarga del camión se consigue algunas prendas de oro, un celular en funcionamiento y hasta dinero en efectivo. “Hace dos semanas, llegó un hombre desesperado buscando un bolso negro que contenía 150 mil bolívares. Le pagó al chofer del pailover para que revolviera la basura y no encontró nada. Nosotros nos cansamos de buscar y no tuvimos éxito tampoco. Por allí debe estar esa plata”, comenta Jorman.
Diariamente, estos hombres consiguen televisores, ventiladores, aires acondicionados, cocinas y hasta neveras, que mandan a arreglar y les dan uso.
El día a día es rutinario. Desde la madrugada, los camiones privados o de las alcaldías de Jiménez y Morán llegan al vertedero y son rodeados por los gancheros. Cada grupo se ubica por patios, sin derecho a invadir espacios. Solo comparten el mal olor, la inmundicia, los animales rastreros y los zamuros que revolotean por los aires contaminados. Los gancheros se disputan el dominio del territorio donde descargan los camioneros quiboreños.
El abordaje de los 15 camiones diarios con más de mil 550 kilogramos de basura es un ritual para los gancheros de ese municipio donde botan hasta objetos de valor.
Belkys Lara Mendoza