A lo largo del recto recorrido por la avenida Fraternidad, devotos se fueron uniendo a la procesión
Apenas Adrián Pérez llegó a la parroquia San Francisco ayer a las 5:00 de la mañana, contempló la imagen de San Antonio y, de forma instantánea, se le salieron las lágrimas.
Aunque no puede hablar, ni mover la mitad de su cuerpo, todos los 13 de junio pela los ojos a las 4:30 de la mañana porque sabe que es el día de adorar al santo en procesión, por las calles de El Tocuyo.
Las secuelas del ACV isquémico que le cambió la vida a este tocuyano, maestro de garrote y del tamunangue hace tres años, no pudieron perturbar su pasión por los sones de negro.
Los 10 miembros de la familia de Pérez, quienes lo acompañan siempre en procesión, fueron solo algunas de las cientos de personas que presenciaron la entonación de la salve, primer paso para dar inicio a la peregrinación.
Cuando los primeros rayos del sol alcanzaron el cielo, la imagen del “Santo Negrito” fue sacada en los hombros de ocho feligreses del templo San Francisco.
A lo largo del recto recorrido por la avenida Fraternidad, devotos se fueron uniendo a la procesión, al tiempo que más de 20 golperos de todo el estado entonaban los 7 sones de negros.
Cuando el reloj marcó las 7:30 de la mañana ya la imagen estaba cruzando en la calle 20 para enrumbarse a la avenida Lisandro Alvarado.
Al llegar a la intersección con la calle 19, los ocho devotos que llevaban a cuestas hicieron que la imagen comenzara a moverse al ritmo del “poco a poco”, son que los músicos entonaban para el altar de la familia Rodríguez.
Mientras San Antonio bailaba “de un lado pal otro” el día comenzaba con el esplendor de un cielo poderosamente azul. La alegría se terminó de desbordar luego de la llegada de la procesión al paseo Pablo Rodríguez “La Ñema”, lugar donde se fundó la primera Cofradía de San Antonio de Padua.
Luego de bailar siete sones, el alcalde de Morán, Teódulo Medina, leyó a todo “gañote” un decreto en donde se compromete iniciar el proyecto de la primera Escuela Nacional de Tamunangue, en esta localidad del estado Lara.
Entre aplausos y cantos los feligreses se trasladaron de nuevo hasta la iglesia San Francisco, a fin de que el padre de Manuel Materán celebrara la misa para los fieles y les echara la bendición.
A partir de ese momento la imagen se volcó de nuevo a las calles de la ciudad madre para un último encuentro con los fieles, quienes tenían preparados altares frente a sus casas o negocios para venerar a San Antonio de Padua.
